15 de diciembre de 2014

Un minuto de "Lifeforce, minuto a minuto"




En octubre de 2013 los responsables de la revista Fuerza Vital publicaron el libro Lifeforce, minuto a minuto. Jorge Nuñez, Marc Urquijo y Karlos Martínez B. resolvieron una idea descabellada –analizar una película de 111 minutos con la colaboración de 111 autores– materializada en un libro. Todos los encargados de escribir recibieron un archivo audiovisual en .mpg con un minuto, a partir del cual debían "desmenuzar la película" titulada Lifeforce (1985), un largometraje de ciencia ficción dirigido por Tobe Hopper. En el email enviado con la propuesta, a cada autor se le dijo "este minuto es todo la película". Un meticuloso prólogo sobre el origen narrativo de la película a caro de Jesús Palacios sirve de introducción a 111 textos escritos por gente vinculada a lo fílmico desde inquietudes extremadamente diferentes. Sin haber visto la película, tuve el placer de colaborar con la iniciativa con una breve desglose descriptivo, ligado a una reflexión sobre la fragmentación propia del cine de metraje encontrado. En este enlace se puede adquirir un ejemplar del libro.







Un minuto de Lifeforce

Me envían un minuto de un largometraje de una película narrativa de los años ochenta. Es una producción norteamericana de ciencia ficción titulada Lifeforce (1985) cuyo hilo argumental no consigo descifrar. Un minuto da para mucho pero no es suficiente para entender la historia que se explica en más de hora y media. De todos modos el minuto recibido parece condensar buena parte del significado del argumento, como si el conflicto expuesto en la trama tuviera aquí uno de sus pasajes decisivos. Me han recomendado que solo contemple un minuto y que no vea el resto del filme. “Ese minuto es toda la película”, dicen. Miro repetidamente el montaje de estos sesenta segundos y trato de analizarlo bajos algunas directrices.

Hay tres escenarios diferentes. La primera escena se resuelve en tres planos encadenados de travellings hacia adelante. En ellos aparece una mujer hieráticamente estirada sobre un pedestal, adormecida, vestida de blanco e iluminada por focos azules en un interior oscuro. El tercer plano acaba encuadrando su rostro desde una posición cenital. A lo largo de los tres planos se oye un monólogo afectado de un hombre y una música orquestal marcada por unos violines insistentes. Es sonido no diegético. En la segunda escena se continua escuchando la voz del anterior personaje, pero ahora se le muestra en un plano fijo junto a otro hombre que, como él, es de mediana edad. Los dos miran al infinito, en fuera de campo, en un plano ligeramente contrapicado, filmado de noche en exteriores. El primero explica, de modo compungido, lo que parece ser una de las revelaciones principales del filme. Su compañero le escucha detenidamente. La música instrumental se eleva progresivamente hasta finalizar, bruscamente, con el siguiente corte. La tercera y última escena es la más breve. Forma parte de otra secuencia. Aquí el sonido es ambiental y está formado por diferentes diálogos en inglés, que se escuchan en voz baja. Parece otra película. Un hombre vestido de militar habla por teléfono dentro de un campamento hasta que el hombre que escuchaba en la anterior escena se le acerca aceleradamente. Si las dos escenas iniciales recuerdan el cine de ciencia ficción –por su estética fantasmagórica de elucubraciones inverosímiles–, la tercera remite al cine bélico –por el vestuario del coronel y la escenografía.

Escucho detenidamente los diálogos y decido hacer la transcripción de los mismos:

1º. Escena (voces no diegéticas)
–Hansel (en off): (…) a todo lo que le rodea, capta cosas, ¿podría encontrarla? Si pudiera cruzar la ciudad. ¿Y qué hay de (tal)? ¿Vendrá si sabe que la he encontrado? ¡Me está atrayendo!
–Chica: Hansel (voz en off como de ultratumba)
–Hansel: ¡Tengo que ir!
–Compañero: ¿Por qué?

2º. Escena (voz diegética)
–Hansel: Quiere recuperar la energía que tengo. Cuando adoptan una nueva forma de vida, tienen que aprender de esa forma de vida, hacerse a ellos mismos. La chica me eligió a mí. Y cuando se fusionó conmigo me dio una parte de ella misma. Ahora quiere que se la devuelva.

3º. Escena (voces diegéticas)
–Coronel: ¿Hay alguna señal de actividad en su sector? Cambio. De acuerdo, manténgame informado. Corto.
–Compañero: Coronel, Coronel escúcheme. Hansel cree que puede localizar el foco, solo el dos por (…)

Las siguientes frases no permiten entender la trama del filme, aunque ayudan a intuirla: “Quiere recuperar la energía que tengo. (…) La chica me eligió a mí. Y cuando se fusionó conmigo me dio una parte de ella misma. Ahora quiere que se la devuelva”. Su elocuencia podría servir para un hipotético tráiler de la película, ya que son afirmaciones que crean expectativas y favorecerían el planteamiento de hipótesis sobre el desarrollo narrativo –especialmente para un largometraje de género fantástico como el tratado aquí.

Realizadores como Martin Arnold, Peter Tscherkassky o Christoph Girardet reciclan unos pocos segundos de metraje apropiado para expandirlos hasta decenas de minutos, convertiéndolos en estudios fílmicos minuciosamente elaborados. Lo hacen bajo poéticas experimentales de elementos figurativos debidamente desestructurados. Al ver decenas de veces seguidas este mismo minuto de Lifeforce en la pantalla del ordenador –con la ayuda de la función repeat del reproductor VLC–, me da la sensación de estar presenciando una pieza de apropiación en loop. De este modo el visionado evoca cierto cine experimental de (des)montaje videográfico; como si formara parte de una videoinstalación, como si el metraje estuviera regido por algún presupuesto formal de raíz estructural, como si la trama quedara en un segundo plano a favor de una afirmación artística, al margen de la representación, o como si esa nueva articulación bajo la que se desenvuelve el filme desvelara alguno de los mecanismos tecnológicos que condicionan el dispositivo cinematográfico. Pero lo cierto es que nadie ha modificado ese minuto, tan solo es la percepción de uno mismo que, al ver repetidamente el mismo fragmento, lo contempla como una pieza autónoma aislada del conjunto del que forma parte. 

El corte inicial y el corte final rompen la linealidad de la relación causa-efecto, desintegrando la historia explicada en unos pocos planos de escasa coherencia. Ni los aspectos narrativos, ni los formales ayudan a descifrar el sentido último del fragmento en el filme. De este modo surge otro punto de interés de trasfondo conceptual que incide sobre las propiedades intrínsecas del medio utilizado y el supuesto contexto donde debe consumirse. Observado independientemente del resto del filme este minuto digital de cine de ficción demuestra una retórica desmedida, un tono pomposo de cariz pretencioso, perfectamente alineado con su valor comercial. No deja de ser un producto cultural de entretenimiento. Ante la incapacidad de comprender el argumento, por las limitaciones impuestas, surgen otras problemáticas que vinculan este ejemplo audiovisual con fenómenos artísticos cercanos a la cita postmoderna, la crítica autorreferencial y, sobretodo, la fragmentación propia del cine de found footage.

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