19 de marzo de 2010

Performances artísticas para un cine sin cámara – Jennifer West





Acicalar el celuloide

Durante el año 2001 la desaparecida cineasta de animación Helen Hill editó un libro titulado Recipes for Disaster: A Handcrafted Film Cookbooklet que recogía algunas de las recetas más ingeniosas de los practicantes del cine sin cámara. Decenas de cineastas canadienses situados entre la animación y el experimental escribieron consejos para llevar a cabo ejercicios con los que manipular directamente el soporte cinematográfico. Describiendo modos de empleo con anotaciones o dibujos hechos a mano, los colaboradores explicaban, epistolarmente, cómo alterar la superficie del celuloide mediante líquidos y técnicas varias, con intenciones más o menos artísticas. La aparición de esta ingeniosa recopilación de textos e ilustraciones amateur (maquetados siguiendo parámetros do it yourself) provocó que numerosos aficionados se lanzaran a la captura de bobinas en desuso. Reciclar trozos de película abandonados para manipular sus propiedades fotográficas y descubrir nuevas potencialidades fílmicas, manifestaba un deseo por crear imágenes en movimiento lejos de imperativos ortodoxos.

Una de las artistas más perseverantes e incisivas de este modo de hacer cine es la norteamericana Jennifer West. Desde la ciudad de Los Ángeles ha sabido llevar al límite de sus posibilidades una tradición que se remonta a los inicios del cine, cuando George Méliès coloreaba sobre el celuloide figuras filmadas en blanco y negro. Pero a diferencia del mago francés su cine no necesita de cámara para emulsionar el celuloide, ni de procesos de laboratorio para revelarlo. El suyo es un cine realizado directamente sobre los fotogramas de la película. Es un cine hecho a mano que, por su praxis artesanal y por la calidad de sus texturas, se sitúa inevitablemente cerca de las artes plásticas. Si la calidad pictórica de sus películas desvela una serie de tensiones metodológicas identificadas con el expresionismo abstracto y el cine experimental lírico, el método participativo y la documentación del acto creativo incurren en características constitutivas de la performance y el arte procesual. De este modo el arte contemporáneo parece ser el refugio más conveniente en el que encajar su práctica.

Jennifer West inicia su proceso creativo empapando tiras de celuloide de súper 8, 16mm, 35mm o 70mm sobre todo tipo de mezclas líquidas hechas de vinagre, lejía, cerveza, aceite, insecticida, leche, gasolina, ginebra, vino o ácido sulfúrico. Cualquier bebida, alimento o producto químico de uso cotidiano puede alterar un celuloide transparente, opaco o emulsionado. Dejar huella sobre la película, trazando manchas y deteriorando la superficie, es la consecuencia ineludible de unas pócimas que dibujan formas inéditas de colores vivaces y texturas sorprendentes. Exponer la emulsión a fuentes de luz, directa o indirecta, es otro de los recursos empleados para alcanzar una frenética imaginería psicodélica que remite a hallazgos del cine de animación experimental y la visual music. Estos tratamientos alquímicos vienen acompañados por otras aplicaciones más delirantes, pero igual de eficaces, que consisten en dar besos sobre el celuloide -para impregnarlo de pintalabios- o conducir en motocicleta -para dejar restos de neumático-. Son acciones hilarantes especificadas minuciosamente en los títulos de unas obras pensadas para transfigurar el soporte original.

Instituciones específicamente artísticas han sabido valorar la lucidez de sus procedimientos invitándola a organizar actuaciones con las que celebrar el carácter lúdico de su propuesta. El poder de convocatoria y el interés mediático de unos eventos participativos, es, finalmente, la razón de ser de piezas como Skate the Sky Film -sucedido hace pocos meses en la Turbine Hall de la Tate Modern de Londres-. Ahí Jennifer West dispuso largas tiras de celuloide en el suelo del museo para que skaters de los alrededores realizasen cabriolas sobre ellas. Documentar el acto performativo es pues parte esencial de unas piezas que, finalmente, quedan proyectadas en vídeo: el material fílmico resultante queda telecinado y transferido a DVD para facilitar la proyección en bucle, en galerías de arte como Vilma Gold o Marc Foxx. Son versiones digitalizadas para el circuito videoartístico que mantiene vínculos con cineastas singulares como Cécile Fontaine, Jürgen Reble o Johannes Hammel. Autores que, junto a Jennifer West, hallan sistemas de producción alternativos y estéticas insólitas para un arte, el cinematográfico, necesitado de ellas.

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